Salí y comenzaron a caer las primeras gotas de lluvia, las
calles comenzaron a brillar, el asfalto húmedo reflejaba las luces de las
farolas sobre mí; las calles vacías, pequeñas almas se veían correr, la soledad
y la lluvia se hacían las mejores amigas, las luces de las casas se formaban
como haciéndome un camino, me dirigían y yo caminaba mientras veía en mi sombra
como los crespos sobre mi cabeza saltaban, como si se regocijaran por recibir
las tan anheladas y pequeñas virutas de lluvia. Poco a poco las goteritas se hacían
más grandes y caían con más fuerza, en este punto ya me encontraba muy lejos de
casa, las luces de las casas se habían transformado en comercios a punto de
cerrar y las pequeñas almas en congregaciones buscaban refugio bajo cualquier
parasol.
La humedad ya no solo se sentía en el aíre, mis ropas se
encontraba empapadas, pesadas, frías… la lluvia había comenzado a desaparecer y
solo quedaba un frío tenue que recorría las calles y erizaba mi piel.
Los pensamientos se habían mojado ya, fue suficiente exposición,
era el único caminando bajo la lluvia con una tranquilidad que rayaba en lo
extraño, no todos quieren mojarse, solo una persona a quien se le han derretido
las ideas como papel mojado, lo preciso para dormir tranquilo en una noche de
calor.
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