¿El
arte busca la perfección? Quizás una extraña, una que se alcanza tras el error. La
perfección es momentánea, no se puede buscar un elemento completamente
perdurable, tal como lo decía Leonardo DaVici, “una obra de arte jamás se
termina” le podemos agregar, una obra de arte llega cuando sea
necesario, tras mil intentos o después de mucho tiempo.
La
fotografía se convierte en uno de los ejemplos perfectos para dar a entender lo
anterior. De 50 fotografías que se tomen, 5 o ninguna pueden convencer al
fotógrafo de su trabajo. De las primeras cosas que debería comprender un fotógrafo es que su objetivo es esquivo, pues al intentar capturarlo, y es natural la
resistencia, huirá.
Comprendo la fotografía como una serie de errores que cuentan una historia hasta el momento culmen de perfección, ese solo instante donde por fin se ha logrado la toma perfecta y que va acompañada de los cientos de intentos pasados.
Comprendo la fotografía como una serie de errores que cuentan una historia hasta el momento culmen de perfección, ese solo instante donde por fin se ha logrado la toma perfecta y que va acompañada de los cientos de intentos pasados.
Hoy
quise escribir sobre fotografía porque me aterra en lo que puede transformarse
esta practica, esta que con el populismo de las cámaras y las redes sociales
virtuales se ha convertido en uno de los pasatiempos de moda. La fotografía es
un medio para comunicar, pero ¿para comunicar qué? ¿acaso la realidad? ¿acaso
una mentira? ¿acaso para lo bello? Y es que ahora los filtros van y vienen, las
fotos terminan siendo el resultado de una serie de modificaciones digitales que
puede cambiar por completo el sentido inicial o simplemente darle el completo sentido a
la toma.
Este
populismo ha hecho que se empiece a considerar aun más la profesión del
fotógrafo que hace todo, el que piensa en las luces, en la composición, en
los elementos que quiere, el que dirige, el que edita… sabiendo lo que busca, o
sospechandolo nada más, sabiendo que no le será fácil encontrarlo y trabaja en
armonía con sus modelos, sus paisajes.
Debo
decir que este auge de la fotografía, debido a las innovaciones tecnológicas
que han permitido llevar una gran herramienta a las manos de muchos, por poco
dinero, ha provocado que los egos crezcan a desmedida y el fotógrafo se
convierta en un ser supremo con unos talentos que le permiten hacer a un nivel
más alto lo que muchos ahora hacen. Pero, como lo dije antes, un fotógrafo debe
estar en armonía con lo que fotografía y ser paciente, los elementos son
esquivos.
Esto
me ha llevado a pensar en algo ¿acaso todos esos elementos de una fotografía
desean ser fotografiados? ¿Se han preguntado si es necesario disparar cada vez
que vemos algo hermoso o si solo deberías admirarlo por lo que es, en su
momento, sentirlo nuestro y no desgastarlo con una imagen congelada por el
resto de la eternidad, que indudablemente no es lo mismo? Tal vez no sea claro
ese punto, pero me refiero a que la naturaleza esquiva de nuestros focos tal
vez quiera decir que no desean ser retratados – suena bastante loco ¿no? – y
nosotros insistimos, hasta que quieran, hasta que se acostumbran a la cámara,
hasta que el fotógrafo logra conectarse, dejar su ego a un lado, dejar de ser
tan engreído, deja de tratar controlarlo todo y trabaja con lo que tiene.
Puede
que todo esto sea una idea muy idílica, pero forzar una sonrisa es un atropello
a la felicidad, si ella no quiere aparecer frente a tu lente déjala en paz o
trata de agradarle, sin prepotencia, porque estas tratando de captar un
sentimiento. Y puede que no sea fotógrafo, pero vivir tras un lente resulta
bastante limitador a la imaginación, trata de sentirlo primero, luego tómalo.
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